Es una práctica que consiste en que la chica se sienta en la cara del chico y se lo hace a su gusto, como si lo estuviese "montando". Ella se frota, más suave o más rápido, según la apetezca, y acaba en su cara.
El mayor morbo para ella es poder hacerlo a su antojo, casi como masturbándose con la cara del chico debajo, lo que añade también un placer dominante por su parte.
El del chico es poder oler y lamer debajo de la chica pero sin poder controlarlo, sacando la lengua y haciendo lo que pueda, solo esperando recibir el orgasmo y que la chica pare para poder lamer cuanto pueda.